La Habitación

Mientras se acercaba a la entrada, B pudo observar como una franja de luz se colaba por debajo de la puerta. Tras tantas casas oscuras como las que había vivido en aquellos años, y en particular el pequeño cuarto en el que había dormido en los últimos meses, con una ventana de cristales granulada y prácticamente translucida que daba a un estrecho deslunado lleno de tuberías, la perspectiva de una casa que tuviera tal cantidad de luz que se pudiera apreciar desde el el pasillo común del piso hacia que B temblara suavemente, ante la esperanza de que lo primero que sintiera cada mañana al despertarse fuera la calidez del sol en su rostro. La encargada, una mujer mayor, encorvada, y con una obvia tendencia a fumar en exceso, hablo entre dientes, con el cigarro prácticamente consumido sujeto en la comisura de los labios, mientras rebuscaba en los manojos la llave de la puerta, que lucia a la altura de los ojos un gastado 48 que en algún momento debió parecer hecho de metal, pero que ahora se podía apreciar de plástico, desconchada hace tiempo la pintura metalizada.


Cuando finalmente dio con la llave adecuada, la inundación de luz hizo que por un momento tuviera que entrecerrar los ojos, sintiéndose transportado a una escena de película, con el héroe a punto de cruzar un umbral a un mundo desconocido, oculto tras una puerta ordinaria en un mundo ordinario. Narnia, Rivendel, Atlantis... La luz lo abarcaba todo, y sus ojos tardaron en acostumbrarse, en comenzar a dar definición a las sombras que poco a poco podía apreciar, formas inciertas primero, objetos cotidianos después. Aunque la sensación de luz cegadora había desaparecido, potenciada brevemente por su imaginación desbordada, no lo hizo la emoción que sintió al contemplar el que ahora no tenia duda seria su nuevo hogar.


Se trataba de una única habitación, increíblemente amplia, con una de las paredes formada en su practica totalidad por enormes ventanales que permitían que la luz del día inundara la estancia. Se acerco a una de las ventanas, que hacia chaflán, y encontró una pequeña mesa, sencilla, con apenas profundidad y con tan solo un par de cajones y una silla, que se extendía la longitud de la ventana, con una vista asombrosa de los frondosos arboles que crecían en el parque frente al edificio. La habitación se encontraba en el punto más alto del edificio, y hacia esquina, por lo que las ventanas tenían una forma muy particular, formando medio hexágono, y haciendo que no hubiera rincón que no recibiera luz. Había algunos edificios a los lados, pero el angulo de la habitación los mantenía en la periferia, siendo aquellos increíbles arboles los que dominaban la vista. No había cortinas. Aquellas ventanas no se merecían ser lastradas por ellas.


Se giro y contemplo el resto de la habitación. Las paredes a la derecha de la puerta estaban repletas de estanterías, de suelo a techo, vaciás, si, pero esperando a recibir a las historias que vendrían, las leídas y vividas, y las que lo serian, eventualmente. Las estanterías eran del todo irregulares, con alturas y anchos variados, caóticos, y con las tablas en varios tonos de madera. Oscuras, claras, nudosas. Parecían haber crecido por si solas, de manera orgánica. Y una vez llegaban a la cama, muy cercana a una de las ventanas, aprovechando un pequeño recodo en la pared, parecían cambiar de forma, como si fueran olas rompiendo contra los ricos, alzándose por encima de la cama, salpicando de libros la almohada.


El lado izquierdo parecía mucho mas mundano, en comparación, pero tenia poco que envidiar. En lugar de estanterías, una de las paredes tenia varios armarios, empotrados en la pared, llegando hasta una segunda pared, en la que se abría una puerta que B suponía que debía dar a un baño. Después estaba la cocina, abierta, no muy grande, con una barra americana, de madera, solida, imponente, sobre la cual flotaba una pequeña estructura metálica, bastante alta, con espacio para utensilios de cocina.


Observo de nuevo a su alrededor, imaginando las vida que podría vivir allí. Estudio donde poner la mesa del comedor para comer y compartir cenas con los amigos, donde poner el sofá en el que leer tranquilamente o ver una película en la pantalla del proyector, como organizar los armarios con la ropa, los recuerdos, los juegos... Imagino que posters de película pondría en los espacios que no estaban ya cubiertos. Se imagino tumbándose en el suelo, respirando y pensando, planeando...


Luego vendrían otras cosas, los problemas prácticos que son ineludibles, las pesadillas de cañerías, calentadores, gas, luz... Los vecinos extraños, los crujidos de madera, y los cortes de agua... Luego vendría la realidad, y el día a día, y las cosas buenas, y las malas. Y las ni lo uno ni lo otro. Pero eso seria luego. De momento B le dio las gracias a la encargada, cogió las llaves y le prometió acercarse luego a hablar con ella. Dejo las maletas junto a los armarios, y saco de la mochila el portátil que iba con el a todas partes. Después se acerco al pequeño escritorio de la ventana, cogió la silla y se sentó, poniendo el ordenador en marcha ante el.


Y sintiendo la calidez del sol en su rostro, comenzó a despertar con cada palabra que escribía.

2 comentarios:

  1. Me enganché!
    Me quedo deseosa de una segunda entrega :-)

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  2. Me alegro :D

    De momento me estoy dedicando a escribir algunas cosillas autoconclusivas, aunque ahora mismo estoy metido de lleno en un relato corto, aunque no tanto como estas historias...

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